sábado, 28 de abril de 2012

Rosas de Sant Jordi



Una sombra deambula por las calles de la Villa lenta y pesadamente. Sus piernas casi no le responden. Los años no perdonan y están casi atrofiadas tras tantas décadas encerrada, casi inmóvil. Una pequeña celda, un pequeño rectángulo sin ventanas: uno, dos, tres, cuatro, cinco… la cama; uno, dos, tres, cuatro, cinco… la mesa… casi se le hace extraño poder continuar en línea recta más de esos pasos. ¡Ah, qué gran placer…! Contar pasos de más de dos cifras… pero ahora ha de descansar, le cuesta trabajo acostumbrarse al movimiento prolongado.

Cierra los ojos. Casi había olvidado que la luz natural pudiera ser tan fuerte e intensa. La Villa se le hace ruidosa, pero para la sombra es música. Cuánto tiempo sin escuchar voces gritando en día de mercado. Escucha la melodía de la calle y del tráfico. Ruido de carros, bueyes, mulas, caballos… la panadera… ¡Pan recién hecho! ¡Ah! Y el aroma de la hogaza caliente la inunda al tiempo que, tras ella, escucha a los niños recitando la tabla de multiplicar. ¡Voces de niños! La sombra recuerda: en otro tiempo tuvo niños. Sí, sus propios hijos.

Ante ella se cruza una aristócrata. Desprende a su paso un intenso olor, mezcla de leche, almizcle y rosas. Casi se chocan. Para la dama la sombra no existe, no es nadie, ni nada. Entra en la escuela y pregunta algo al maestro mientras se abanica descarada. La despacha casi al momento. “Lucrecia…” los oye decir. “Gonzalo…” Ah… Gonzalo… así se llamaba uno de sus niños. Cuantas veces ha llamado a su espectro sin que este acudiera. Dios no debería permitir que una madre sobreviva a sus hijos. Queda muerta en vida. Pero no… no hay que echar la culpa a Dios de lo que sólo el hombre es culpable. El hombre… aunque se crea dueño del suelo que pisa y del aire que respira.

La rabia vence, no permitiendo que aflore ningún sentimiento. Esas lágrimas que no emergen la van comiendo por dentro y lo sabe desde hace mucho. Ya no lucha contra ello, ya no lucha. Sabe que los lamentos que no salen de la boca, los que uno se guarda, se convierten en ácido y te pudren las entrañas. Mira sus manos con las señales de la peste. Se las lleva hasta su pecho, donde la acritud del odio devoró todo el amor que hubiera sido capaz de entregar y que se guardó, quedando enterrado para siempre.

Vuelve a cerrar los ojos y decide descansar escuchando a los niños y al maestro. Por un momento sueña que ese maestro, ese tal Gonzalo al que saludó la dama, sea su hijo.

Dentro, profesor y alumnos, ajenos a cualquier sombra que pueda escucharlos, siguen con las lecciones. El intenso olor a rosas ha quedado en el aire.También una de las damas que acompañaban a la noble queda, como el perfume, colgada de la ventana de la escuela, escuchando junto a la sombra. Siendo más sencilla, su aroma a jabón y a ropa recién planchada agrada más a la anciana que la observa.

-La mitología griega –explica el maestro- intenta exponer por medio de fábulas el origen de las cosas. Por ejemplo, hay varias historias que cuentan el origen de las rosas. Unos dicen que fue Cibeles, que las creó para que en el mundo hubiera algo que compitiera con la belleza de Afrodita; otros dicen que brotaron de la herida que se hizo Afrodita al correr junto a Adonis cuando yacía moribundo por el ataque de un jabalí…

De nuevo las lecciones del maestro se vieron interrumpidas al mirar a su hermosa espectadora. Su cabello suelto, largo y alborotado se enreda en su cara. “¡Margarita!” La llama su señora Sorprendida, se sonroja y saluda antes de ir tras su patrona. El maestro continúa con su historia.

-Hay otra versión. Una ninfa hermosa y morena se enredó en un zarzal, quedando enganchada entre las espinas de éste – El maestro parece distraído mientras habla, como si hubiera dejado su voz y su cuerpo en el colegio y su aliento hubiera seguido tras el cuerpo de la hermosa mujer, marchando con ella-. Cuando Dionisio se acercó a liberarla, la ninfa se sonrojó y el dios, agradado ante tal visión, tocó el zarzal y llenó este de flores que imitaban el rubor de las mejillas de Marg… de la ninfa.

Los niños comenzaron a alborotar entusiasmados.

-¡Silencio…! ¿Habéis anotado en vuestras pizarras que día es hoy? – Dijo como si los gritos lo hubieran traído de vuelta al mundo consciente- Hoy es 23 de Abril. Tal día como hoy, hace exactamente 50 años, fallecieron Miguel de Cervantes, William Shakespeare e Inca Garcilaso de la Vega.

-¿Los mataron? –preguntó uno de los niños.

Varias risas burlonas tronaron.

-No, Nuño. No los mataron ¡He dicho que silencio! ¿Por qué lo preguntas?

-Entonces ¿por qué murieron el mismo día?

-Bueno… en realidad no es exactamente el mismo día, porque Shakespeare murió el 23 de Abril del calendario Juliano, es decir el 3 de mayo y Cervantes murió el 22 y fue enterrado el 23. Pero se ha decidido conmemorar el aniversario de la muerte de ambos en el día de hoy, San Jorge.

-Padre. ¿Quién era San Jorge?

-No me cambiéis de tema. Hablamos de estos libros – Dice levantando uno de ellos en alto.

-¿Existió de verdad un dragón?

- ¿Hay todavía dragones contra los que luchar?

Los niños parecen interesarse más por otros temas. Está bien, también puede sacar una buena lección. El maestro sonríe ante la inocencia. Fuera, en la calle, la sombra también sonríe.

-Sí, supongo que sí, que de una manera u otra existen los dragones contra los que luchar y que son muchos los dragones que intenta frenar al hombre.

La sombra asiente silenciosamente. Lo sabe bien. Lleva años luchando contra su propio dragón. Decide volver a ponerse en pie, es hora de continuar su camino. No se queda a escuchar como sigue la historia. No podría, el hambre la devora por dentro.

La puerta se abre y entra Sátur. Pasa entregar unos papeles enrollados a Gonzalo. Los niños siguen entusiasmados, saludan con un “Buenos días Sátur” a coro al tiempo que se ponen en pie, tal como las normas de cortesía del profesor les han enseñado, risas y codazos se ven interrumpidos por la voz autoritaria de Gonzalo que los llama al orden.

-Maestro –Murillo levanta la mano con la que sujeta un carboncillo - ¿Qué hizo San Jorge?

Al momento, comienza a dibujar un dragón.

-¡Yo lo sé! –Sátur mira a su amo, esperando que le de permiso para contarlo.

-Por favor, Satur…

-En una tierra lejana, en la ciudad de Montblac, había un dragón que atacaba el reino. Era un animal terrible. Era alto, aun más alto que un hombre a caballo.

-“Seguro que más que tú, Sátur”

.¡Jaaa jajaja!

-¡Silencio! Por favor, continua…

-De sus mandíbulas salía fuego. Olía a azufre, por lo que parecía que sus fauces fueran una ventana al mismísimo infierno. Era tan terrible que hasta los mismos demonios, asustados, lo habían sacado de su mundo de tinieblas – El hombrecillo gesticulaba y abría las manos imitando la forma de una mandíbula enorme –. La gente, para mantenerlo tranquilo, le daba cada día una oveja... pero pronto se terminaron, siguieron con los bueyes... se terminaron... siguieron con los caballos...

-¿Y cuando se terminaron los caballos? –preguntó Gaby.

- Cuando ya no había animales para darle, tuvieron que tomar una terrible decisión: Debían darle un sacrificio humano - abrieron los ojos sorprendidos, mientras Sátur se esforzaba por asustarlos – Niños como vosotros…

“Todos los nombres se escribieron en un papel, incluidos los de la princesa y el rey, se dobló y se introdujo en un puchero. El nombre que saliera sería el de la persona que sería entregada al dragón como sacrificio. Se extrajo un papel…y era el nombre de la princesa.

El rey afligido rogó que se sacara otro papel, pero todos los padres temían por sus hijos que, tarde o temprano saldrían de la lista del puchero.La princesa se armó de valor, consoló al padre y se dispuso a marchar hacia su destino.

La princesa estaba sola ante la caverna de la bestia, que salió a buscarla. Era terrible, abrió sus fauces dispuesto a tragarla de un solo bocado, cuando llegó nuestro héroe.”

-¡Aguila Roja! –gritó Alonso vitoreado por sus compañeros.

-Sacó su katana. Esquivó el fuego de sus fauces, saltó sobre él con una pirueta fantástica y le enganchó el cinturón de la princesa al cuello. Lo arrastró hasta cerca de las murallas de Montblanc, donde, ante todo el mundo continuó con la lucha terrible. La gente desde la muralla gritaba emocionada.

Gonzalo intentaba calmar los ánimos y frenar la alegría y el aboroto. Al fin desistió. Bueno, una manera divertida de aprender era una manera efectiva.

-¡Es el Águila Roja!-Gritaban los niños- ¡Ha venido a salvar a nuestra princesa!

Alonsillo miró a Satur emocionado

-¡Sabía que vendría, te lo dije! –Y dirigiéndose a Nuño- Te dije que San Jorge y Águila Roja son la misma persona.

-Tonterías –Dijo Nuño contrariado – Es el deber de todo súbdito salvar a su rey. La plebe debería haberse sacrificado por su princesa.

Varios abucheos hacia Nuño, mientras Satur, continuaba.

-Si ya se lo dije! ¡Que hay que tener fe! Al fin, San Jorge terminó clavando la katana en el fondo del corazón del dragón. La princesa, agradecida, se acercó a él y con mimo le bajó el embozo. Lo miró con pasión y amor y…

Gonzalo decidió poner fin a todo aquello. Le había divertido hasta ese momento.

-Dice la leyenda –continuó Gonzalo –, que la sangre derramada se filtró por la tierra, brotando un rosal plagado de hermosas rosas rojas.

-Él arrancó una y se la entregó a la princesa – continuó Satur sin observar la mirada inquieta de su amo.

Por un momento, Gonzalo imaginó a Margarita vestida de princesa y a él, postrado ante ella.

“El corazón de ambos latía fuertemente... pero Jorge volvió a subirse el embozo y dando media vuelta se marchó, dejando en los labios candentes de ella el beso más cálido jamás dado” pensó, mientras se tocaba los labios.