miércoles, 30 de noviembre de 2011

Fuego


Hoy has estado tan cerca del fuego que desearás descansar sobre una cama hecha de mar...
Te veo en la bahía, en un rincón de la playa Almeriense, tuya, mía...
Curando tus heridas desatadas por el calor, por el peso que has llevado encima en este día...
Te veo bebiendo los mares en una bodeguilla Almeriense, intentando enfriar todo el calor vivido.
Si la pasión se midiera por grados, has vivido un momento apasionadamente inmenso... Y tú, sin poder hacer nada... Sólo mirar, sólo mirar...
Pero tus ojos saben mostrar al mundo lo que has vivido, tus ojos son un espejo de la realidad, tus ojos no mienten nunca. Miraré desde tus ojos, como sólo mi alma podría hacer.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Deuda

Me debes una noche en la playa del Cabo de Gata, un bañito bajo la luz de la luna. Te lo tengo anotado en el libro de deudas pendientes.
No dejes nunca de escribir... y enséñame a hacerlo. Prometo ser buena alumna y escuchar callada tus poesías.
Prometo observar mientras el fuego de la hoguera en la playa consume las horas...
Y recuerda que aun te debo observar el mundo a través de tus ojos curiosos. Recuerda anotarlo tú también en tu libro, porque algún día pagaremos nuestra deuda con nosotros... Tú conmigo, yo contigo. 

viernes, 18 de noviembre de 2011

Te exalto

Es necesario que siempre recuerde, que aquellos que se sienten no dejaran de estar, y es que en el fondo... no te amo... no te ansío como si fueras rosa de sal, o una flecha de claveles lanzada hacia tu fuego: te venero secretamente, entre la sombra y el hálito.


Te exalto sin saber cómo, ni cuándo, ni de dónde. Te exalto secretamente, sin conflictos ni orgullo: así te venero porque no sé amar de otra manera, sino así de este modo en que no soy ni eres.

Y descubro que de ti me he prendado, porque eres ese hombre que demandaba mi esencia, el que, a pesar de su ausencia, siento como me cubre con sus alas, protegiéndome.

De ti me he prendado y aficionado... Algún día, mi vida, algún día ataremos nuestras lenguas en un baile íntimo.
Me elevas por encima del tiempo y el espacio, convirtiéndome en un ser divino... tal como tú eres.

Quisiera ser capaz de reconocer lo irreconocible, quisiera ser capaz de poder encontrarte en medio de las gentes, quisiera no volver a equivocarme y confundirte con otro. Quisiera creer en ti cuando te encuentre y me hables de amor, y no creer que se trata de una equivocación, de un error.

Escucha junto a mí el murmullo del riachuelo, que no es otro que el recorrido de nuestra sangre por las venas, no es otro murmullo que nuestros latidos... acompasados. Escandaloso y orgásmico latido... como el escandaloso color de nuestra piel, dorada por el calor vivido. Los labios pastosos y secos sin mas sabor que el del cuerpo del otro y sin mas deseo que beber de su boca, observando el rojo rubor de su rostro... Y a la tarde, solo el recuerdo de su voz, de su cuerpo... y de las caricias sentidas... no... de las que quedaron por sentir... quizás... quizás...

Yo no temo guardar cada huella en mi dejada, no temo el recuerdo de un beso, ni temo que me llegue a la memoria un abrazo mendigado en horas; no de calor, no es eso... en horas de silencios del alma, que desprotegida pide la limosna del cariño. Yo no temo que me muerda el lobo de una conciencia dejada en el suelo, arrugada en horas; no de pasión, no es eso... en horas de cura para un corazón que olvidó la palabra te quiero, o un cuerpo que levemente recuerda el cosquilleo y las mariposas que le produjo el primer amor.

Esas limosnas las guardo para mis horas bajas, mis horas de soledad crónica, aceptada mientras escucho cada latido como una nueva esperanza de salvación aquí, en este papel...

Carta de Gonzalo a Margarita

Te admiro, de alguna forma es por ese motivo por el que te quiero. O quizás al revés, esa admiración va ligada al amor que desde niños por ti siento. Me gustaría saber quién es el hacedor de palabras, quien decide que los latidos de mi corazón son presa de este amor. ¿Quién decide, quién define? precisar mis emociones, si yo solo sé que se me acelera el pulso en tu presencia, cada segundo que permaneces cerca de mí.

Cómo duele no poder decirte que te amo desde siempre, tu amor ha viajado conmigo desde el pasado hasta el presente, y sé que aun en brazos de otro, en ese futuro, seguirá ahí inamovible, como el tiempo.

Fue la distancia un espejismo que me hizo olvidar que me hallaba en el desierto, es simplemente amor puro, como el agua. Cuando otros rezaban a Dios, eras tú quien acudía a mi mente, quien me liberaba de angustias en aquellas prisiones lejanas. Lleno de promesas conseguí sobrevivir; promesas que no pudieron cumplirse, porque ya no estabas a mi regreso.

Sólo puedo garabatear te quiero, sin poder decírtelo, porque presa esa palabra en mis labios, mantiene a salvo tu felicidad.

Tu amor es un premio que desconozco si valgo, mientras me deba a mi conciencia.



Te quiero


Gonzalo