miércoles, 30 de noviembre de 2011

Fuego


Hoy has estado tan cerca del fuego que desearás descansar sobre una cama hecha de mar...
Te veo en la bahía, en un rincón de la playa Almeriense, tuya, mía...
Curando tus heridas desatadas por el calor, por el peso que has llevado encima en este día...
Te veo bebiendo los mares en una bodeguilla Almeriense, intentando enfriar todo el calor vivido.
Si la pasión se midiera por grados, has vivido un momento apasionadamente inmenso... Y tú, sin poder hacer nada... Sólo mirar, sólo mirar...
Pero tus ojos saben mostrar al mundo lo que has vivido, tus ojos son un espejo de la realidad, tus ojos no mienten nunca. Miraré desde tus ojos, como sólo mi alma podría hacer.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Deuda

Me debes una noche en la playa del Cabo de Gata, un bañito bajo la luz de la luna. Te lo tengo anotado en el libro de deudas pendientes.
No dejes nunca de escribir... y enséñame a hacerlo. Prometo ser buena alumna y escuchar callada tus poesías.
Prometo observar mientras el fuego de la hoguera en la playa consume las horas...
Y recuerda que aun te debo observar el mundo a través de tus ojos curiosos. Recuerda anotarlo tú también en tu libro, porque algún día pagaremos nuestra deuda con nosotros... Tú conmigo, yo contigo. 

viernes, 18 de noviembre de 2011

Te exalto

Es necesario que siempre recuerde, que aquellos que se sienten no dejaran de estar, y es que en el fondo... no te amo... no te ansío como si fueras rosa de sal, o una flecha de claveles lanzada hacia tu fuego: te venero secretamente, entre la sombra y el hálito.


Te exalto sin saber cómo, ni cuándo, ni de dónde. Te exalto secretamente, sin conflictos ni orgullo: así te venero porque no sé amar de otra manera, sino así de este modo en que no soy ni eres.

Y descubro que de ti me he prendado, porque eres ese hombre que demandaba mi esencia, el que, a pesar de su ausencia, siento como me cubre con sus alas, protegiéndome.

De ti me he prendado y aficionado... Algún día, mi vida, algún día ataremos nuestras lenguas en un baile íntimo.
Me elevas por encima del tiempo y el espacio, convirtiéndome en un ser divino... tal como tú eres.

Quisiera ser capaz de reconocer lo irreconocible, quisiera ser capaz de poder encontrarte en medio de las gentes, quisiera no volver a equivocarme y confundirte con otro. Quisiera creer en ti cuando te encuentre y me hables de amor, y no creer que se trata de una equivocación, de un error.

Escucha junto a mí el murmullo del riachuelo, que no es otro que el recorrido de nuestra sangre por las venas, no es otro murmullo que nuestros latidos... acompasados. Escandaloso y orgásmico latido... como el escandaloso color de nuestra piel, dorada por el calor vivido. Los labios pastosos y secos sin mas sabor que el del cuerpo del otro y sin mas deseo que beber de su boca, observando el rojo rubor de su rostro... Y a la tarde, solo el recuerdo de su voz, de su cuerpo... y de las caricias sentidas... no... de las que quedaron por sentir... quizás... quizás...

Yo no temo guardar cada huella en mi dejada, no temo el recuerdo de un beso, ni temo que me llegue a la memoria un abrazo mendigado en horas; no de calor, no es eso... en horas de silencios del alma, que desprotegida pide la limosna del cariño. Yo no temo que me muerda el lobo de una conciencia dejada en el suelo, arrugada en horas; no de pasión, no es eso... en horas de cura para un corazón que olvidó la palabra te quiero, o un cuerpo que levemente recuerda el cosquilleo y las mariposas que le produjo el primer amor.

Esas limosnas las guardo para mis horas bajas, mis horas de soledad crónica, aceptada mientras escucho cada latido como una nueva esperanza de salvación aquí, en este papel...

Carta de Gonzalo a Margarita

Te admiro, de alguna forma es por ese motivo por el que te quiero. O quizás al revés, esa admiración va ligada al amor que desde niños por ti siento. Me gustaría saber quién es el hacedor de palabras, quien decide que los latidos de mi corazón son presa de este amor. ¿Quién decide, quién define? precisar mis emociones, si yo solo sé que se me acelera el pulso en tu presencia, cada segundo que permaneces cerca de mí.

Cómo duele no poder decirte que te amo desde siempre, tu amor ha viajado conmigo desde el pasado hasta el presente, y sé que aun en brazos de otro, en ese futuro, seguirá ahí inamovible, como el tiempo.

Fue la distancia un espejismo que me hizo olvidar que me hallaba en el desierto, es simplemente amor puro, como el agua. Cuando otros rezaban a Dios, eras tú quien acudía a mi mente, quien me liberaba de angustias en aquellas prisiones lejanas. Lleno de promesas conseguí sobrevivir; promesas que no pudieron cumplirse, porque ya no estabas a mi regreso.

Sólo puedo garabatear te quiero, sin poder decírtelo, porque presa esa palabra en mis labios, mantiene a salvo tu felicidad.

Tu amor es un premio que desconozco si valgo, mientras me deba a mi conciencia.



Te quiero


Gonzalo

viernes, 3 de junio de 2011

Amistad


A veces una se pregunta
a veces hay encrucijadas
para dar dolor a alguien
di la verdad a quien amas...

como mentir a ese alguien
que te tiene confianza..
si le mientes lo destruyes
si le adviertes, también lo dañas.

A veces, cariño mío...
yo me siento desarmada.
Destruyo lo que quiero,
daño a quien me ama,
pero eso siempre antes
que perder la confianza.

Si he de mirarme al espejo
cada día de mañana,
mejor q sea diciendo
no te has guardado nada.
No has mentido a tus amigos,
no destrocé confianzas
de quien se que a mi me estima,
de quien se que no me engaña.

jueves, 2 de junio de 2011

Otros sueños



Machado sueña caminos,
Bécquer con la pasión,
Aristófanes, la risa,
Bernard Shaw, el Pigmalión.


Soñar con un mundo nuevo,
Soñar sueños de escritor
Sonámbulo de un soneto,
De un soneto soñador.

Un sueño de paz me llena,
Y veinte poemas de amor,
Y la canción desesperada,
Y ¡Fuenteovejuna, señor!

Soñaba que la vida es sueño
Segismundo en su prisión,
Por soñarlo un tirano
Que soñaba Calderón.

Machado sueña caminos,
Bécquer con el amor,
Y yo sueño tantas cosas…
¡Cuántas cosas sueño yo!

sábado, 14 de mayo de 2011

Carta a Yaiza



Querida Yaiza:

Ayer hizo un año que vivo aquí, tan alejado de tu presencia. Ayer volví a contar, como si de espinas se tratara, cada kilómetro que nos separa. Ayer, como cada día, volví a recordarte, tan lejana y tan dentro de mí, como si mi tierra misma fueras.

Tanto como estar separado de ti, aun sigue siendo doloroso el sentirme en tierra extraña. Aquí no soy el Ismail Al-Kabir de veinte años atrás; Podría ser tratado, podría ser o sentirme como un extranjero de esos… un turista, un guiri como aquí dicen, podría ser uno de esos blancos de piel rosada, (o rojiza… si fuera verano) y ojos de tono claro, no preparados, ni piel, ni ojos, para este sol. Sí, son también de otra raza distinta a los que aquí viven, pero su estatus social hace que se les distinga. Vienen a dejar su dinero. De mí, sin embargo, piensan que vengo a quitarles el trabajo.

¿Cómo explicarles que eso no es así? Aquí hay faena suficiente. En Almería buscan siempre gente para laborar esta tierra, aparentemente seca. Pocos almerienses desean bregar bajo este fuerte sol, o entre asfixiantes plásticos, como es lógico. Si por circunstancias han de trabajar en el campo, cuando toman experiencia, intentan crear su propia empresa. Esta zona, con sus campos llenos de invernaderos, se asemeja a una pradera nevada cuando los ilumina el sol de mediodía. Como industria, es uno de los lugares de España que más movimiento de dinero produce… y si se contrata la mano barata de ilegales, más beneficios dan.

Querida Yaiza… ¿Sabes? Esta gente me sorprendió mucho cuando empecé a conocerla. Son tranquilos, contagiados quizás por la tranquilidad del clima. Son muy heterogéneos sus pueblos, y no me refiero a esa mezcla de payos, gitanos y extranjeros. Más bien pienso, no en el ramaje que el árbol muestra, sino en su raíz. La fuerza de una cultura, o la fuerza de un árbol, se manifiesta cuando su raíces son sanas. Todos los pueblos que por aquí han pasado han dejado huellas, desde el Argal, con su indalo, pasando por fenicios, griegos, tartesos, romanos, vándalos, visigodos… musulmanes… Entonces, Yaiza, ocurrió algo que aún sigue de actualidad en tantas culturas; los reyes Católicos exterminanron y expulsaron a gran parte de los andaluces por motivos de creencias y religión. ¿Te imaginas? Le dijeron al árbol “Levanta y vete, eres distinto, no perteneces a este bosque”. Por eso se lo que sintieron, a nosotros también nos han plantado en una tierra que no es la nuestra. Pero esta tierra ya estaba abonada y enriquecida… nuevas culturas y nuevos pueblos siguen nutriendo al árbol, aunque desconozca su alimento hasta el día de hoy.

Y sin embargo, querida Yaiza, hay gente que me mira con desprecio. Sin duda, es gente que olvida qué significa ser andaluz. No hay mayor ignorancia que la de no saber la propia procedencia, de dónde procedes.

Si supieran mi historia…

En nuestra ciudad, Tendrara, estaba cansado de la miseria y el hambre. Hacía mucho, tú lo sabes, que buscaba trabajo. La idea de venir a probar fortuna revoloteaba en mi cabeza hace tiempo, pero era mucho lo que debía dejar a cambio: Mi casa, mis padres, y sobre todo tus dulces ojos. Me esperaba un mundo distinto, otro idioma, otra vida.

Los niños aprenden a un tiempo, a hablar y a vivir… pero yo no soy un niño, y sin embargo, debía comenzar del mismo modo.

¿Recuerdas cuando regresó Mustafá al pueblo? Habia emigrado a Europa. Regreso con su propio coche, cargado de regalos para todos, pero su mejor regalo fue verlo regresar feliz, había prosperado. Fue cuando, imaginando a mis padres orgullosos de mí, me decidí a intentarlo. Me despedí de mis padres y de ti… ¿Lo recuerdas? Me prometiste no llorar, para que la última imagen tuya fuera tu sonrisa, pero al fin no pudiste evitarlo…

Mi dulce Yaiza, siento un remolino en el estómago, como si los recuerdos azotaran mi cuerpo en vez de mi mente. Unos amigos de Mustafá se encargaron del traslado desde Tendrara hasta Nador. Allí nos confinaron en un cuartucho, según nos dijeron, hasta que hubiera suficiente pasaje para la embarcación. El “pasaje” me costó trescientas mil pesetas. Era bien entrada la noche, cuando nos avisaron de la llegada de la barca. Cuando la vi, te lo confieso ahora, se me heló la sangre. Tuve que recordar que soy un hombre. “Soy valiente, no tengo miedo”, me mentí. Saqué tu foto y la enrollé como si fuera un tubo para tenerla en la mano. La sujeté fuertemente en el momento de subir, con ella era como si estuviera sujeto a una baranda, a una cuerda tendida desde el cielo de tu alma. La barca estaba destartalada. Me pregunté si toda aquella gente entraría conmigo.

Conforme subían, la patera se hundía un poco más, hasta que el agua llegó a un palmo del borde de la embarcación. Estaba diseñada para pescar en lugares poco profundos… ¿Aguantaría un viaje tan largo?

Las aguas estaban tranquilas, las olas no se oían casi romper en nuestro bote, por lo que pasaríamos inadvertidos. Con un motor de sesenta caballos, sin luces y una espesa niebla, salimos hacia España. Mi mente escapó instintivamente de aquel lugar para no morir de pánico. De pronto recordé que no te vería durante algún tiempo. Desenrollé la foto para perderme en tus ojos, y no pensar que quizás no vuelva a verlos brillar, ni verme reflejado en ellos. El murmullo de los rezos me regresó el corazón a mi calle, al eco que llegaba hasta mi casa del sonido monótono de los niños que, sentados a la sombra aprendían los capítulos del Corán. Algo frío que me calaba los pies, me repatrió al mundo consciente: ¡Entraba agua! Me sentí empapado, y a una orden brusca comenzamos a achicarla. Cuando creí que mi corazón no podía correr más deprisa, se apagó el motor, en medio de una advertencia de silencio. Un crujido, un sonido hueco, la sensación de deslizamiento en el suelo… ¡Tierra! ¡conseguí llegar vivo!

Fue cuando conocí a Aboubacar. Ya te he hablado de él, es el tuareg, aún tenía la tez azulada por el añil con que tiñe sus ropas cuando lo conocí. Él vino por motivos diferentes. Tenía trabajo, hacía la ruta de la sal en el Sahara nigeriano, hasta que se cansó de mantener esa lucha permanente con el gobierno de su país, que poco a poco ha ido privando a los guerreros del desierto de sus derechos. Aboubacar sigue soñando con guerreros azules y mujeres maquilladas con henna, mientras yo sigo, como cada día, recordando tus ojos. Mientras, espero legalizar mi situación, pero somos muchos los que solicitamos un permiso de trabajo y pocos los que se conceden.

Hemos cambiado todo lo que poseíamos por un salario mísero, un alojamiento precario y la ilegalidad, pero no me arrepiento. He ganado la batalla al hambre y a la miseria.

Tuyo por siempre, éste que te adora.

Ismail Al-kabir.

sábado, 7 de mayo de 2011

Carta de amor

La Villa. 24-01-1991

Amado mío:

¿Sabes que hora es? Casi la una de la noche. No podía dormir y te estoy escribiendo. Pensando esta noche en ti he compuesto este poema, al que no se me ha ocurrido mejor título que “A 891km de ti”, y es que cada kilometro que nos separa me duele, cada uno es una bofetada.

No hay nada más difícil
Que anotar las frases del sentimiento
Y poder contarte, en carta,
Todo lo que por ti siento.

Es más asequible soñar
Que amamos las mismas cosas,
Yo solo amo lo que quiero
Yo solo quiero a quien me importa;
Y quiero ser barco velero,
Y besar, en la otra orilla tu boca.

Si después de todo me preguntas si te echo de menos… ¿Tú qué crees?

Este mediodía me preguntaste por teléfono que si estaba desanimada y si pensaba en ti. ¿Tú que crees?

Sabes que para mí el teléfono es un aparato frío y muerto, que sólo sirve para tener la mente conectada por la voz unos segundos. La carta es más cálida, aunque no te escuche, pero con ella nos tocamos. Mira, con ella he inventado un modo de besarte: ¿Ves este hueco-                    -? Va un beso. Puedes hacerlo tan largo como desees, incluso repetirlo todos los días, cuando estés libre de servicios abriendo esta carta por la misma línea. Pero en el siguiente hueco-                      - va una lágrima. Puedes hacer que sea tan corta como quieras. ¡Te quiero con locura y me estoy volviendo loca! Cuando me acuesto me falta el calor que me dabas y me hielo del frío que tengo. No tengo tu peludo pecho que tanto me gusta acariciar y me da comodidad cuando me recuesto en él.

Cuando tengo miedo me falta tu presencia para sosegarme, tu voz al oído diciéndome te quiero, ni con quien  ponerme el suéter rojo que tengo preparado para el día 14… Yo me lo pondré pero se que tú no lo podrás llevar.

Me gustaría darte en mano el regalo que te tengo preparado para San Valentín, pero no depende de nosotros. Alguien que no nos conoce decide dónde debes estar “Por el bien de todos los españoles”, pero si hablaras con el capitán… si quizás te diera permiso…

Me doy cuenta de que aunque a corto plazo pasemos un ratillo malo, a largo plazo pasamos por algo que sirve para unirnos más; Los ratos que pasamos juntos, aunque cortos, son los mejores.

Te quiero.                  


“De Galatea a mi Acis”

sábado, 19 de marzo de 2011

Me sumerjo en el rio de tu nombre

Me sumerjo en el río de tu nombre.
Nado entre besos soñados y las caricias de seda blanca del perfume de tus manos.
Cedo mi sitio, me levanto de la vieja silla. El crujir de la madera me delata.
Sentada en un rincón, observando sin ser observada, me llevo la mirada repleta de historias de taberna.
Ahora me miras. Creí haber sido aire, agua, transparente.
Sumergida en el río de tu nombre.
No esperes un resumen de la vida salida de mis labios. Lo escucharás pronto, pero no de mí.
Lo escucharás de ella.
Y yo volveré a la mañana con mis brazos repletos de flores. No se cuales.
Y después la miel más dulce traerá el desayuno...
Y se llenará de vida de nuevo la taberna.
Y entre tanto, sigo sumergiéndome en el río de tu nombre.

miércoles, 16 de marzo de 2011

La cocina del Alma

He decidido hacerte un verso de amor; mas, hoy, no cuajan en esta cocina.

Los versos son niños caprichosos. Los versos son como los amantes; si quieres sentir su pasión hay que verse a solas con ellos; sentir la intimidad que os une. Ser cómplices.

Mas, hoy, desde esta cocina, son otros niños y otros hombres los que me hablan. Los niños gritan, el hombre está ausente...

Y mi Alma? Ausente también?...

Ah... sí... la letra me regresa.

Ah... no... la letra del banco me regresa de los brazos de las musas, al mundo consciente. La letra es un pasaje de avión. La letra es un pasaje de vuelta.


El silbido de la olla, es el silbido en un puesto de aduanas. Me repatrian al mundo consciente.


En el horno, algo se quema. Debe ser el romanticismo pegado al molde en forma de corazón; un humo negro sale del amor del horno.

Versos, no cuajan en esta cocina.

El corazón, quemado, termina en la basura.

martes, 15 de marzo de 2011

La partida

No conseguí cerrar los ojos

El repiqueo de la lluvia no me sirvió de nana.

Ni el cansancio ni los sueños me vencieron. Y mi cuerpo trunfante de esta batalla tardía y perdida hace que me levante.

Apenas cierro los ojos y el corazón desbocado me obliga a abrirlos. El corazón y el recuerdo constante de su partida. Los minutos me olbligan a volver la vista hacia el reloj. Los minutos me obligan a contarlos, uno a uno, a sabiendas que serán los últimos.

Intento pensar en besos y relajar mi mente, una y otra vez. Pero esta, a cada instante decide desobedecerme.
Invento sonidos en la noche que me mantienen alerta. Incluso el sonido de la soledad llega hasta mis oídos cansados de forma clara y nítida. Y también me llega el sonido del recuerdo de su partida, que como un martillo, me golpea.

domingo, 13 de marzo de 2011

Para Begoña. Bajo un techo de cerezos.

Quité las viejas maderas roídas de la taberna, teja a teja, las fui retirando todas, una a una, para que entre los cerezos puedas ver el cielo estrellado, y se filtren, tenues y frágiles, los candiles de las estrellas que palpitan un brillo azulado.

La luz, se desprende de la chimenea, cálida, junto ella dos sillas, una para ti, otra para él, que impaciente espera tu llegada con un ramillete de flores caídas y llovidas de los árboles.

No lo hagas esperar, porque esta noche, si no vinieras, volverá el cielo a despertar llorando, junto a la lluvia de nuestros ojos.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Para Cristina

Camina por mi cuerpo con paso firme...

Deja huella en mi piel y que el polvo que desprendes en tu caminar por mi vida y que de mí recoges, se incruste en nuestras almas, como si se tratara del diamante que entre ambos tallamos, como si de esta forma entre los dos forjáramos nuestro propio destino. El uno sobre el otro...  Con este amor creado a mi medida.

Camina por mi vida con paso constante.

Una vez que he conocido tu presencia, no deseo vivir sin el reflejo de tu alma en mi vida. Qué más da si amado o amigo. Qué más da. No deseo que tu vida vuelva a pasar desapercibida ante mis ojos.

Mis pasos junto al río. Desde la Cañada de las fuentes, mi alma llora tu ausencia. Mi alma llora y derrama un río que fluye en tu búsqueda.

Mi alma te extraña, hace manar de la cima de la sierra todo un Guadalquivir. Hace manar lágrimas que huyen raudas en tu búsqueda urgente. Se que allá te encontraré, lo se.

Mis pies volátiles me elevan sobre el parque de Maria Luisa. Tras tu encuentro. Tras tu búsqueda. Tras tus pasos.

Lo se, sólo tu me entiendes… o eso espero.

domingo, 30 de enero de 2011

Invadida


Sólo mirarte me vasta.
Sólo con eso.
Me sacia el saberme afortunada.

Por tenerte a mi lado.
Me olvido a veces,
De tu propia persona.

Llena de tu alimento,
No soy ingrata, ni egoísta,
Por no tener sed de tu amor:

Es sólo que estoy llena de ti.
Despojada del deseo de tenerte,
Sabedora de que te tengo.

Irrumpida y asaltada por todo tú,
Acometida y asediada por tí,
Tu alma instalada en mi cuerpo.

Conquistada y seducida,
Liberada de mí misma,
Cautivada e invadida.

domingo, 23 de enero de 2011

No se

No se si mi mañana verá tu mañana.
Si tu mano encontrará, un día, mi mano.
Si podré escuchar tu voz o acariciar la tela que cubre tu cuerpo.

No sé si el destierro quedará hecho añicos, como un espejo roto.
Si el marfil lánguido de tu alma formará parte del ajuar que adorne mis alegrías y tristezas.
Si dejaré de navegar sin timón, a la deriva, y encontraré el rastro de tus besos.
Si quemaré mi dolor y lo enterraré entre corales.

No sé, si una tarde cualquiera sentiré tu presencia.
Si cesará mi hambre de amar.
Si cesará la guerra entre mi mente y mi corazón.

No sé si sentiré tus caricias.
Si sentiré que nuestras manos se confunden.
Si sentiré que nuestros cuerpos se entremezclan...

Hasta que no sepamos distinguir quién es quién.

sábado, 22 de enero de 2011

Habla

Habla.

Habla de caricias mientras tus dedos recorren mi piel,

Habla de besos mientras me siento segura, reflejada en tus ojos,

Habla, mientras me tocas, y el escalofrío es tal, que hasta mi cabello se estremece, como si el aire lo meciera,

Habla, porque tu voz me acompaña el resto del día, como me acompaña el recuerdo de tus dedos,

Habla, porque así sabré que estás bien, y me sentiré contagiada de tu optimismo.

jueves, 20 de enero de 2011

Es inevitable sentir

Es inevitable sentir,
Sentir amor, sentir miedo,
Sentir odio, sentir frío,
Cuando nos nieva por dentro.


Es inevitable sentir
Desde el calor de tu aliento,
Hasta la mirada ausente
De aquel que viaja por dentro.


Es inevitable sentir
Al que regala un deseo.
Tan palpable, como ahogo
De quien no ofrenda un beso.


Es inevitable sentir.
Sentir que siempre te quiero,
Sentir que “te necesito”,
Sentir al alma riendo.

Narración


El aire de agosto venía caliente. A las cuatro bajábamos con las bicicletas hasta la playa, cuando la estancia en las casas y en las calles del pueblo se hacía insoportable. A esas horas, la gente andaba con el sopor de la siesta, dormitando, bien bajo los parrales, en sus porches o en la tumbona, en la entrada de sus casas, con las ventanas y puertas abiertas y las cortinas meciéndose y bailando al tenue son de la leve brisa. No se veía un alma por las calles hasta las seis o las siete. A esas horas, los portales se habitaban, y la gente  sacaba sus sillas para tomar el fresco, mientras algunas mujeres mostraban sus labores de ganchillo, otras rociaban la calle para que se asentara la tierra, y los hombres simplemente observaban a los transeúntes entre sarcásticos comentarios.

         Mis amigas y yo íbamos por el viejo camino de la ermita de las huertas. Para todos, el paisaje era desolador: solo, seco, inundado por el sonido de las chicharras y el peligro latente de los alacranes. Sin embargo, la vista era hermosa ante nuestros ojos: los campos con sus áridos montes, salpicados de arbustos, esparto, chumberas y alguna palmera aislada. Una pequeña huerta de naranjos, varias higueras casi ermitañas y un superviviente sauce olvidado junto a las ruinas de un cortijo.

         Desde el monte al que llamábamos Los Pelaos, por ser parte aparente de éste desierto que invade mi tierra, llegaba la vista hasta el mar, o hasta el pueblo, según se vaya o se venga, sin absolutamente ninguna forma de vida que les impidiera disfrutar a nuestros indagadores ojos. Y la mejor parte, cuando pasábamos por al lado de la balsa llena de agua de riego, para ver a los pájaros refrescándose. Siempre circulábamos junto a las antiguas acequias que antaño regaban los bancales, ya abandonados y en los que crecía alguna espiga de trigo o cebada despistada. Junto a los viejos cortijos, algún aljibe y su horno de pan, cuya forma siempre me ha recordado a una gigantesca magdalena. Luego rodábamos cuesta abajo, escuchando únicamente el resonar de las ruedas y las cadenas de nuestras bicicletas.

Hoy lo sé... por muy dura que resulte la vida, siempre me aferro a ese recuerdo. Sé que he tenido vivencias probablemente mejores: momentos apasionados, divertidos, importantes... pero la intensidad del momento y el sentimiento de paz siempre me han hecho creer que la felicidad es eso: rodar cuesta abajo por el camino de la ermita de las huertas.



martes, 18 de enero de 2011

El tiempo que falta para amarte

El tiempo que falta para amarte...
Este tiempo de angustia por lograrte,
no es tan solo, mis ansias de tenerte,
es también toda esta amargura
de los días que faltan para verte.

Este deseo terrible de abrazarte,
no se queda en el día en que te tuve,
todo esto que siento, se resume,
vida mía...
en el tiempo que falta para amarte.

Y esta boca que se muere por besarte,
se deshace, en el mar del silencio,
y aumenta a cada hora, a cada instante,
pues me falta mucho tiempo,
para amarte...