sábado, 1 de julio de 2006


Que dura soy cuando me enfado.
Golpeo con mis peores frases,
Como un ciego, que no sabe que hiere,
Irreflexiva soy, como una niña.

Cuando utilizar consigo
Una aún más dura frase,
Cuando dañar más no pueden las palabras,
Guardamos silencio.

No es un frío silencio,
No es un gélido silencio de hielo,
Es ardiente, como el rojo color de nuestra sangre,
Que por autopista circula
A una velocidad prohibida.

El fuego de la pelea aún dura,
Aún queman las palabras que salieron de mi boca.
Aún queman las palabras que mi boca no usó.
Pero más quema la herida que producen.
La saliva es ácida
Cuando se derrama sobre el alma.
Por favor, con las heridas calientes,
A sanarlas comencemos.
Dolerán más si dejamos que se enfríen.
No cicatrizan bien.
Nuestra rabia hemos desahogado
Y hemos sobrevivido.
¡Bésame aquí, en el corazón, donde me duele!

Guardan tus febriles labios,
Como un hierro candente,
El fuego vivido.

Tus labios son los que me marcan,
Más aún que tus palabras.

Tu tacto caliente,
Como los suaves guijarros de playa
En estival mediodía.

Señor inquisidor:
¡Quémame, he sido bruja!
Que tu lengua de fuego me rodee
Hasta consumirme.
Echa más leña al fuego.
Quememos nuestros problemas.

¡Más madera!

Para que nuestro fuego no se apague,
Que resurja Fénix y Pegaso
De la sangre de Medusa.

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