lunes, 24 de julio de 2006

Amaneciendo en el acantilado

A veces, las musas abandonan mi cuerpo y me dejan a mi suerte.
A veces, vasta unos minutos de conversación para que ellas regresen, y me acepten como una más.
Podría ser yo Clío o Talía, mas sólo soy Catibel.
Catibel, recordando un amanecer, o la brisa, allá arriba, en un acantilado.
Catibel, sintiendo el aliento helado del viento, como si fuera el de una hechicera... y escuchando sus gritos, primero aterradores, después, volviéndose un canto... canto de miles de voces, canto de millones de años de antigüedad.
El aullido de la hechicera me azota en la cara, y se mete entre las rocas del acantilado, resurgiendo entre sus grietas como si renacieran y volvieran a la vida, bajo lápidas de piedra.
Mientras, allá en el cielo, Venus se resiste a abandonar su puesto, se aferra al cielo y su luz se hace más bella que nunca.
Al frente, el sol hace estallar todo en miles de colores, y al fin, la Luna y la pequeña estrella ceden ante tanta majestuosidad. Posted by Picasa

No hay comentarios: